En el artículo de The Economist, solo habla de las maneras que utilizan los hombres de negocios en tiempos de crisis, y que pueden ser interesantes en la gestión de circular el propio dinero. Personalmente, pienso que las malas maneras y la forma grosera de comportarse, tiene que ver con este mundo incierto en el que el dicha inestabilidad, promueve una desconfianza entre todos. Es posible que muchos empresarios engreidos empiecen a situarse en una línea que sea más real y alineada con la realidad de quienes les mantienen, o sea, sus clientes. Y también es posible, que estos clientes se hayan dado cuenta y se hayan hecho fuertes, dándole la vuelta a la pirámide.
Al igual que muchas personas temerosas de perder sus empleos revisan su agenda de contactos, muchos clientes temerosos de pagar más de lo que debieran, echan mano de su red de contactos, para que les informen de a qué lugares han ido ellos de vacaciones, cuánto les han cobrado, si es posible negociar, o si incluso protestando, es posible que nos regalen alguna noche. Es una red social peligrosa, hecha de maneras y por personas que tienen una mala experiencia empresarial.
Es posible que todos seomos más amables por la solidaridad que implica el mal de muchos, pero no es menos cierto que el cliente se vuelve muy complicado, al contrario del empleado. Como empleado, es fácil buscar unión, red social, y compañerismo en beneficio común. Como turista, es fácil buscar soluciones unipersonales, basadas en la situación empresarial del momento, y endulzada con la necesidad de satisfacción que implica la compra barata y el ahorro de un producto.
El cliente de turismo, empieza a tener maneras de comportarse que exigen una preparación diferente a la actual. No estaría de más, que las CCAA empezaran a considerar este apartado como la posibilidad de tener una relación correcta con los clientes que visiten lo alojamientos en tiempos de crisis.
Juan Otero
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Un comentario
Con la crisis ha llegado la clasificación natural de las casas de turismo rural y al mismo tiempo de clientes. Por primera vez, el cliente busca, compara y en función de lo que ha pensado gastarse en esas vacaciones decide ir a un tipo de casa o a otro. Ahora se fija más en los detalles, sabe que no encontrará las mismas comodidades y prestaciones en una que ota. Ya no vale todo en turismo rural. Unas son para un perfil de cliente y otras para otro.