Dicen los que entienden que es más interesante en el futuro ser granjero que ser banquero. Los alimentos serán muy caros, y la mayor afluencia de las personas a las ciudades supondrá un encarecimiento de los mismos. La tecnología, las finanzas y los servicios, han sido la clave de la economía mientras la agricultura era una especie protegida.

Los gobiernos subvencionaban y promovían una realidad que tenía una laxa regulación. En mi estudio contínuo sobre precios de mercado, mientras el inmobiliario de ciudad decae estrepitosamente, el rústico sigue en sus precios. Es posible que si fluye dinero hacia las áreas rurales, los agricultores vuelvan a invertir como lo hicieron con el etanol, y  en nuevas industrias que  sirvan  para dar cobertura a sus cultivos, como los plásticos biodegradables u otros tipos de biocombustibles.

Esta nueva era para el campo, no tendrá sentido sin la tecnología abonada por los que ahora entienden el campo como una revolución social, y que potenciaría de forma importante el Turismo Rural en Asturias y otras CCAA. De ello hablo en el blog de Tooway, Internet desde el Cielo.

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