Hay una situación realmente comprometida en turismo rural y cuyo resultado final es muy diferente de lo que puede ocurrir en un hotel o en un restaurante. Este fin de semana, en una de las casas se alojaba una familia madrileña, y el diálogo fué el siguiente:
Hola Manuel, qué tal el viaje, bla, bla, bla…
Hola Juan, venimos a la casa Tía Elisa..
No hay problema, hablo con Ana . La casa estaba sin arreglar porque en teoría hasta el día siguiente no entraba nadie.
Cuando le comento a Ana me dice: no que va, si van a la casa Lin de Pepa. Están confundidos.
Bueno, hablamos con el cliente y que no, que él eligió la otra y que quiere la otra. Después de enseñarle otra casa que quedaba libre y de similares características, se quedó contento y pudimos salvar la circustancia.
¿Qué me dice esto?: la diferencia que existe en el error. Y existe, porque en un hotel hablamos de un espacio, y en una casa rural, hablamos de ubicación. El espacio te da igual, porque de similares características, puedes elegir otras habitaciones. Pero, ¿Y si hablamos de ubicación como en el turismo rural, en donde no solo el contenido, sino el continente es diferente?.
A todos nos han cambiado de habitación en un hotel, y no ha ocurrido nada, quizás porque el turismo rural es más personal, te invita a otras vivencias, y haces tuya una ubicación con todo lo que la rodea. Si en un restaurante me cambian de mesa, tampoco es trascendental. Es el sentido de la propiedad que tenemos sobre lo que nos rodea. Una casa, aún por una semana es tuya. Una habitación de un hotel o una mesa de un restaurante no tiene para el ser humano, sentido de propiedad.
Juan Otero
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