En estos días, asistimos al desarrollo predecible de un tema que en el mundo de la blogosfera no es de recibo, como el que le ocurre a Julio Alonso. Yo no sé en dónde empieza un currante y en dónde un artista, o si ambos son lo mismo, pero en un lugar en el que la mayoría compartimos el conocimiento, en el que Internet facilita el acercamiento de lo que somos y de lo que seremos en un futuro, existen premisas que no permiten compartir conocimiento, cobrando del mismo, no de lo que representa la utilización del producto.

Me explico turísticamente: Todos los que viven del diseño podrían, o podríamos crear un organismo en el que solo por mirar la obra de arte, les cobrarían. Así pues, yo por ejemplo, tendría dos fuentes de ingresos, una la propia del alojamiento, y dos la cultura voyeurista del cliente. Creo que sería un negocio paupérrimo para mí y para todo lo que representa mi situación en el mundo turístico, amén de echar por tierra lo que la propiedad intelectual debe defender en un futuro, y no es otro menester que el de que los productos se vendan pero ya de otra forma. Los tiempos han cambiado.

El reconocimiento de mis derechos en un producto son los del propio trabajo del mismo, o sea, la propiedad del negocio, pero en términos de continente. El contenido es para que lo disfruten los usuarios del mismo, y eso es lo que se debe hacer en el mercado del futuro. No me imagino a un restaurante con cocina de autor, cobrándonos además de por la cocina, por ver como hace los platos en la misma. Es cuestión de Continente y Contenido. O si coindicimos con Antonio Catalán en uno de sus ACs y nos cobra por contarnos los entresijos del mundo hotelero.

Que no, que no, que esto no es culpa de los blogguers. Es culpa de que la sociedad cambia, demanda otras alternativas, y la propiedad intelectual no te la llevas puesta contínuamente. Sería bueno que esta organización a nivel mundial cambiase, porque implicaría un avance en ese continente que tanto abarca, y en ese contenido que se estanca en el tiempo.