Hace dos años que estuve en Viena. Allí me alojé con mi familia en el Hotel Bristol, un hotel fascinante de la capital vienesa, al lado de la ópera, y en la calle en la cuál celebraban el desfile de las fuerzas armadas. No voy a hablar de Viena, capital en la que tengo amigos, y en la que me trataron muy bien. Solo voy a comentar algo muy simple: El Paraguas del Hotel Bristol, verde por cierto, y que tengo uno en casa.

Siempre me he preguntado, y tal como están las lluvias, yno solo en el Norte, porqué las grandes cadenas hoteleras no ofrecen paraguas de su marca a los clientes, y luego cuando se lo devuelvan, tras ahorrarse una mojadura, le venden uno empaquetado y con el detalle de la cadena. Pues eso que en Asturias debería ser normal, yo no me lo encuentro. Es más, no hace mucho, le comentaba a un Alcalde de un concejo Asturiano, el porqué no colocar paraguas en las casas rurales. En Asturias llueve, este mes en todos los lugares de España, pero en nuestra región más. Pues nadie mejor que el viajero para apreciar que en su llegada al alojamiento se encuentre amparado por algo que resulta poco agradable de llevar, pero se agradece si alguien te lo presta en ese momento de agua por doquier.

En el Bristol, ese paraguas estaba en recepción como parte de su cadena de valor, por lo que de importante tiene que un viajero no se moje y se incomode. Quizás por su categoría como hotel, o quizás por la inteligencia de los dirigentes de Starwood Hotels. Ojo, un paraguas no es solo un paraguas, es la cobertura de un lugar en el que se mezclan todo tipo de pensamientos en cuanto te mojas. No dar rienda suelta a esos pensamientos, y encima sacarle rentabilidad puede ser una estrategia importante para cualquier negocio turístico.