Primera pregunta cuando los clientes llegan a los alojamientos ayer víspera de la final del Mundial: ¿Funciona la tele?.  Si, claro, es una prioridad total. Ya no importa el descanso, los pájaros, la estrechez de las carreteras, el wifi… Nada, solo si la televisión se ve. Por un momento, llegué a pensar que si se estropeaba alguna, sería devorado por la ira de mis clientes, pero al pasar la tarde me di cuenta de que el fútbol es muy social, excesivo a veces, pero une muchas pasiones, quizás las que le falta a nuestro país en la vida diaria para ser una maquinaria demoledora. Me dí cuenta de esto, porque la siguiente pregunta era: bueno, no pasa nada, porque estábamos pensando en ir al bar más cercano para verlo. Estoy seguro de que Valencianos, Almerienses, Madrileños, y Mallorquines, se habrán encontrado cerca de nuestras casas, con muchos Asturianos que vibraban con la selección. Ese choque cercano en el que el cuerpo se une a otro sin ningún tipo de premisas, en el que los comentarios solo tienen una dirección, y en el que las personas buscan la complicidad, es lo que demuestra aunque sea efímero, que España podría ser diferente. Mientras tanto y no, con la resaca de una victoria global, y un turista cada vez más social, se vislumbran nuevas necesidades y posibilidades para el turismo.