Uno puede pensar en qué basarse para ser bueno o malo socialmente en el hábito de consumir. Cuando llegas a un hotel, y lees los mensajes de las toallas, simpre son directos al medio ambiente. Es más, parece ser el centro de la capacidad para ser una persona socialmente más respetada. Yo, sinceramente no me lo creo. Es más, leo en el artículo de The Economist, sector sociedad, un artículo donde lo que realmente importa del uso de las toallas, no es el environment, sino los derechos de los trabajadores y la dignidad de los mismos, desarrollado por Michael Hiscox y Nicolas Smyth, de la Harvard University. A veces, es más fácil o más simple, desviar la atención hacia el continente que hacia el contenido.
Para ser buen consumidor en el caso que comento, tendríamos que ir en una mayor parte a establecimientos de turismo que mantengan políticas sociales adecuadas. Pero no nos engañemos, esto no vende y salvo por imagen del negocio en sí, los clientes lo perciben como un interés por parte del establecimiento de buscar el lado sensible del cliente. Siempre se deja entreveer una intención para ver que nos acoplamos empresarialmente a la demanda de nuestro cliente, pero somos culpables en una parte importante de lo que Economist llama “greenwashing“.
Yo no creo que un hotel o alojamiento rural, venda mejor su producto por utilizar estas prácticas. Hablo, digo escribo, sobre una gran mayoría de los clientes. Uno no es bueno ni malo porque consuma productos que generen una controversia en el mercado, sino porque compra o deja de comprar lo que el vendedor tiene en el mercado. La bondad en este caso es solo de negocios, y en muchos casos el cliente es bueno porque sabe que tu producto a mejor precio es su opción diaria. En cambio, es malo, cuando tu producto es caro, falto de atractivo, y no lo compra. La bondad o maldad en este sector, solo existe en la cuenta de resultados del empresario. Luego, personalmente, uno decide que clientes son políticamente más correctos, pero buscar otras historias a la mercadería, es disfrazar otras situaciones más críticas. yo no tengo porqué dejar de ducharme dos veces al día, porque el hotel me diga que es mejor el ahorro de agua, etc, etc. Es mejor, porque tú te ahorras pasta si lo hago, y yo soy para tí mejor consumidor, ¿no?.
Debemos ver la estrategia que subyace en estas situaciones empresariales, que bajo un prisma distinto, promueven a bombo y platillo nuestra colaboración como buenos clientes. Como dice Stuart Rose, esta mentalización de buen cliente a través de prácticas verdes, tiene un largísimo y difícil camino. El cliente quiere comprar, y disfrutar de la compra, no que le segmenten cada paso dentro de la misma, como si de una actividad ética se tratara, en la cual el disfrute de unas vacaciones se convierte en un decálogo de promesas incumplidas, lo que pone a dicho alojamiento en una difícil situación, y al cliente en perspectiva de que sus vacaciones han pasado por estar sentado en la habitación sin dejar correr el grifo, dejar la luz encendida, usar la toalla dos veces al día, y un montón de historias que nos cuentan ahora.
Lo más sangrante del tema este, es la cantidad de marcas de calidad, instituciones y otras derivaciones que se suman a dichas políticas, dejando de lado al consumidor, que cada día hace menos caso a esto tal como se plantea.
Juan Otero
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